Por Mg. Soledad Villanueva
La Conferencia anual de las Naciones Unidas (ONU) sobre el Cambio Climático, también conocida como “Conferencia de las Partes” o “COP” reúne a líderes, ministros y negociadores mundiales para acordar cómo abordar el cambio climático. Las partes negociadoras incluyen gobiernos que han firmado la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), el Protocolo de Kioto y/o el Acuerdo de París. Desde la COP21 en 2015, las COP han girado en torno a cómo implementar el Acuerdo de París, que tiene tres objetivos principales: mantener el aumento de la temperatura promedio global “muy por debajo” de 2°C y proseguir los esfuerzos para limitar el aumento a 1,5°C por encima de los niveles preindustriales; adaptarse al cambio climático y desarrollar resiliencia; y alinear los flujos financieros con “un camino hacia bajas emisiones de gases de efecto invernadero y un desarrollo resiliente al clima”[1].
La próxima cumbre climática de la ONU, es decir, la COP28 se celebrará del 30 de noviembre al 12 de diciembre en Dubái. La Conferencia dedicará un día entero a debates sobre comercio y acción climática, la primera en su tipo en el contexto de una conferencia sobre el clima. La agenda abordará, entre otros temas, cómo el comercio de bienes y servicios y la política comercial pueden desempeñar un papel relevante para impulsar y acelerar la transición a las energías limpias y a la reducción de las emisiones globales[2].
En tal sentido, se llevará a cabo el “Día del Comercio” donde se resaltará el potencial del comercio como catalizador para el desarrollo climáticamente inteligente, centrándose en cuestiones como la descarbonización y la resiliencia de las cadenas de valor[3].
El comercio puede proporcionar a más países acceso a bienes y servicios ambientalmente respetuosos con el medio ambiente (aquellos diseñados para utilizar menos recursos o causar menos contaminación), así como facilitar la transferencia de tecnologías y conocimientos, que son fundamentales para impulsar la innovación y crear capacidades para apoyar los esfuerzos de mitigación y adaptación en todos los países. Sin embargo, la política comercial también puede tener efectos indirectos negativos si no se diseña cuidadosamente, afectando particularmente a los países en desarrollo que tienen menos capacidad para responder a los cambios.
Según estimaciones de la UNCTAD, el comercio de bienes verdes o amigables con el ambiente aumentó alrededor de un 4% en la segunda mitad de 2022, alcanzando un récord de 1,9 billones de USD. Productos como los vehículos eléctricos e híbridos (+25%), los envases no plásticos (+20%) y las turbinas eólicas (+10%) experimentaron un crecimiento especialmente alto[4].
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